Ensueño, mi sumiso interior


A nuestra derecha el mar... en calma, oscuro y dócil y a nuestra izquierda las luces blancas y naranjas del puerto, es de noche y hace frío, aunque dentro del coche la temperatura es agradable.
Incluso con las ventanillas subidas nos envuelve el olor del mar. Se oye la sirena de un barco a lo lejos y tú comienzas a acariciarme el pelo. Yo me estremezco de placer y respondo a tu ternura. Empiezo por tu nuca y voy deslizando mis dedos hasta rozarte suavemente la mejilla; sigo y acaricio tus labios casi sin osar tocarlos. De repente abres la boca y muerdes mi dedo índice, mi reacción es apartar la mano pero tú aprietas lo justo para impedirlo sin hacerme demasiado daño, el dolor se mezcla con el placer en el momento en que empiezas a acariciar la yema de mi dedo con tu lengua. Sin liberarme, me coges por la nuca agarrándome fuertemente del pelo y de nuevo se unen placer y dolor cuando indultas mi dedo y de un movimiento casi violento me acercas a tu boca y me besas muy suavemente. Yo me rindo, me derrito ante ti, soy totalmente tuyo...
Me siento volar, besas tan bien... por un momento no soy consciente ni de donde estoy ni de lo que estoy haciendo pero me devuelves a la realidad cuando de una sacudida reclinas mi asiento al máximo y me atrapas con todo tu cuerpo. Estás encima mío y con las piernas presionas mis brazos que quedan inmóviles a cada lado de mi cuerpo, aprietas con más fuerza tu garra en mi nuca y me guías dejándome lamer tu cuello, tu olor me embriaga y emito, sin poder remediarlo, un entrecortado gemido. Siento que esto te excita, pues antes de llegar con mi lengua a tu escote, tiras de mi cabeza hasta obligarme a exponer mi cuello, comienzas a besarlo con extrema delicadeza mientras introduces en mi boca tu dedo pulgar, yo me recreo en él mientras tú vas aumentando la intensidad de tus besos, lames mi cuello de abajo a arriba despacio y cuando ya casi estoy a punto de perder el control siento tus dientes clavándose levemente en mi. De nuevo se me escapa un quejido aunque ya no soy capaz de sentir dolor, pues el placer y la excitación colman mi cuerpo hasta lo impensable.
Sueltas tu mano de mi nuca y retiras tu dedo de mi boca para acariciar mi cuello hasta llegar al de de mi camisa y asirlo con fuerza. Yo apenas me atrevo a mirarte pero al sentir una pausa lo hago, eres tan bonita... me estas mirando a los ojos ruborizada por la pasión y con una maliciosa sonrisa adherida a tu hermoso rostro. De pronto abres mi camisa rompiendo todos sus botones, yo bajo la mirada y tú empiezas a jugar con tus labios en mi pecho que ahora también te pertenece.
No sé el rato que pasas regalándome tus labios y tu lengua, pero se me hace muy corto, cuando cesas deseo con toda mi alma que sigas pero también estoy impaciente por saber qué es lo que me reservas a continuación. Los cristales del coche están totalmente empañados y la lluvia, ahora torrencial, nos protege del resto del mundo, incluso del tiempo.
Por fin liberas mis brazos y los conduces al primer botón de tu camisa, no consigo controlarme y me precipito pero tú no me lo permites y cogiéndome por las muñecas me obligas a desabrocharlos despacio. Cuando acabo te quitas la camisa y me ofreces tu piel; mientras yo te acaricio te acercas a mi oído, al principio siento tu aliento, cálido y húmedo y después tu lengua. Cuando ya creo que no voy a resistir más, me susurras que me desnude y vuelves a tu asiento arrebatándome sin piedad tu cuerpo. Yo me desnudo y tú también. Lo hago despacio, no quiero acabar antes que tú.
Estamos los dos desnudos, tú echas para atrás tu asiento y lo reclinas, yo te observo y comienzas a tocarte. Por un instante siento que me ignoras, pero me permites que te acaricie... comienzo a besar tus labios, después tu cuello, tus pechos y tu ombligo. Al final soy yo quien te toca; la suavidad es extraordinaria.
Vuelves otra vez a cogerme del pelo y me exiges que bese tu interior, lo hago y mientras bebo de tu fuente tú gimes y te retuerces de placer, oprimes mi rostro cómo si quisieras ahogarme y la verdad no me importaría morir así...

Comentarios

  1. Hoy, casi 14 años después de publicar esta entrada, la releo y recuerdo que fue la transcripción de un sueño. Aquella noche soñé con una vieja amiga, que siempre me ha gustado y a la que quiero mucho y desperté con la necesidad de escribirlo para no olvidarlo.
    La titulé Mi sumiso interior porque ese es el papel que asumía en el sueño, pero lo cierto es que no me reconozco, en absoluto, en ese papel.

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