Recordar

En este blog se han reflejado momentos maravillosos, importantes y trascendentales, como la ceremonia del collar, o la realización de la marca permanente de mi sumisión hacia mi Deidad en forma de esa maravillosa flor de Lis.
Pero hoy quiero recordar un momento muy especial para mi: la primera vez que vi a mi Ama, y me refiero, no a la primera vez que la vi (que fue en foto, o por cam) sino a la primera vez que pude abrazarla, verla en persona.

Unos días antes de partir a Barcelona mi Ama me preguntó que ropa llevaría. Yo le indiqué con pelos y señales tal como vestiría su sumiso para que pudiera reconocerme en la terminal del aeropuerto y mi Ama me dijo que llevaría un vestido rojo.
La noche anterior al viaje yo no pude dormir ni un segundo pensando en que por fin podría conocer a la persona que llena cada segundo de mi vida, que me ha hecho sentir realizado como sumiso, la persona que me hace inmensamente feliz. Y me subí a un avión que por primera vez no me llevaría sólo a Barcelona, sino a mi Nirvana. Y sin escalas.

Aterriza el cachorrito en Barcelona hecho un manojo de nervios.
Me pongo a correr por que por nada del mundo quería hacer esperar a mi Ama, me coloco en el centro de la sala y miro muy atento si veo alguna mujer con un vestido rojo. Y sí ,de espaldas a mi había una mujer con un vestido rojo y morena… tal y como me imaginaba a mi Deidad.
Decido, como no, sigilosamente ir a su encuentro y darle un susto desde la espalda; pero a medio camino lo que me queda de neurona me hace reflexionar en la posibilidad de que no fuera ella… Por suerte no le di el susto a esa pobre mujer, que sino el primer bofetón del día no hubiera sido de mi Ama.

Mi Ama apareció con una camiseta sin mangas negra con calaveras blancas, una falda vaquera y unos maravillosos zapatos de tacón, pero absolutamente nada rojo…

Al verla la abracé, se me quedó esa cara de risa tonta provocada por una embriaguez de felicidad, de estar por fin a los pies de mi Ama, de sentir el calor de sus manos y de escuchar su voz. No cabía en mi pecho el corazón. Lo que sentí en esos momentos es solo equiparable a la primera vez que mi Ama dijo: “ chiki, ven” , y al ver que cogía ese collar rojo yo me arrodillé, sentí como sus manos cariñosas colocaban con esmero ese preciado tesoro símbolo de la sumisión hacia ella, y después de asegurarse de que el collar estaba por fin bien puesto, ella acarició suavemente mi pelo y rasco detrás de mi oreja. Ainssssssss aún ahora estremezco al recordar el tacto de ese collar en mi cuello y cada vez que me lo pone siento el mismo escalofrío que aquella primera vez.

En esos primeros tres días recuerdo haber experimentado muchas sensaciones maravillosas: primeras sesiones, primeras adoraciones, primeras convivencias… pero ninguna como el sentirme cómodo y tranquilo, como si esa casa a priori extraña, fuera la casa donde había vivido durante toda la vida. Sentir que has encontrado el lugar donde debes estar, donde te sientes el cachorrito que siempre anhelaste ser.

En esos tres maravillosos días no se me quito ni por un momento la cara de embriaguez, provocada por esa felicidad absoluta, de sentirte por fin, en las manos no de una Ama, sino de mi Ama.

Comentarios

  1. Que bonito perrosion{Yan}

    Felicidades a ambos.

    Muackssssssssssssssssssssssss.

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